dejarlo ir,
dejarlo pasar.
Ya te cansaste de preguntar por
qué, de enojarte con la vida, el universo, con Dios, le gritaste le reclamaste
de todo. Se te acabaron las teorías que buscaban fundamentar el problema, y
nada.
¿A quién culpamos? ¡A quién, carajo,
a quién!
La juventud tiene una
característica y es que quien la posee, se siente inmortal, todopoderoso, y
tiene la certeza de que todo es posible, puede ser un soñador, un ambicioso o
un aventurero, pero el día que el poseedor de la juventud ya no se siente inmortal
y tiene miedo, empieza el problema.
Y ya perdimos la inmortalidad, y
tenemos miedo, y tener miedo también es sentirse vivo porque despierta la
adrenalina, estamos alertas pero ahora qué esperamos. Más sustos, altibajos,
cada día es una acrobacia, la dignidad se va diluyendo entre revisiones
periódicas y la dependencia a la industria farmacéutica que va inflando sus
números a costa de personas que se aferran a la vida.
Porque los conceptos de felicidad
se van diversificando, la escala de valores va cambiando, nos volvemos más transparentes,
las prioridades han cambiado por completo, somos más sensibles al dolor, más
empáticos. Y más fuertes también, nos quejamos menos, le damos el justo valor a
las cosas. ¿Y eso qué? La moraleja de la historia ya la entendimos, ahora
queremos el final feliz.
Pero todavía no llega, no llega y
la paciencia va adelgazando, los milagros ya se ven lejanos. ¿Alguna vez
estuvieron cerca? O creímos en ellos cuando fueron nuestra única opción.
¿Qué se hace entonces? ¿A qué
recurrimos? Ya nos convertimos a todas
las religiones, podríamos hacer procesiones a cualquier lugar donde dicen que
se ha aparecido alguna virgen si supiéramos que esa es la solución. Pero no
hay, todavía no hay solución. A ese problema latente, persistente que es una
lucha, una vil pelea que justo cuando crees que la estás ganando te noquea, y te
tira a la lona pero nunca te rindes. Nadie se ha rendido aún.
Pero a veces, en medio de la noche y el dolor, nos preguntamos hasta dónde la vida es un derecho y no una obligación.
Y duele y sigue doliendo,
y amanece,
y seguimos vivos.
y seguimos vivos.