martes, 13 de enero de 2015

Esa mirada


Tienes esa mirada pesada, sabor chocolate, olor a café.

Temo hablarte, escribirte, tocarte, sentirte, respirarte incluso pensarte. Si te sueño, estoy segura, libre y a la vez atrapada, refugiada en la fortaleza de mi fantasía.

La delgadez circunstancial de ese cuerpo que llamas flojo, porque rechaza la transpiración voluntaria. Esa estatura que te exige detalles debajo de tus pies delineados que piden permanecer inclinados para ver de manera altiva, para sentir la superioridad de tu espíritu que recae en la constante justificación de su existencia, pues perteneces a un grupo que amas pero repeles, que te guía y ha trazado un camino que crees haber elegido, pero que no es así, que te impide externar el análisis de las relaciones epistolares de Van Gogh,  que no te permite compartir tu relación con el pequeño monarca creado por Exupéry.

¿Qué más escondes? Detrás de la sonrisa perfecta, el maquillaje estudiado, esa ropa impecable, no hay cabida para el error, cuánta inseguridad habrá detrás, cuántos secretos, cuántos detalles, intenciones y placeres ocultos, reprimidos porque se ven mal, porque mancharías el nombre de toda una familia si los rebelaras.

Pero no te preocupes porque vas bien, vas muy bien, has cumplido con cada paso requerido en el camino que se espera de alguien como tú, el arquetipo perfecto de la clase media alta de la sociedad conservadora con intenciones católicas. Vas muy bien, pero ¿eres feliz? ¿Serás feliz? detrás de esa fachada que le exige a quien se dice ser artista, el humor para reírse de sí mismo pero que no lo puedes aplicar. Tú, ¿tienes creatividad? ¿Te consideras, acaso, creativa? La solución de un problema tan intrascendente como el satisfacer esa necesidad instintiva de ingerir algo por lo menos tres veces al día, ¿te ves en aprietos? ¿Representa un conflicto? Porqué la barrera, ¿qué no te merecemos? ¿Quién te merece?

Tú, ¿te mereces? Belleza inalcanzable, hermoso laberinto, que a cada paso que das vas arrancando suspiros de hombres y mujeres, que al voltear ven a un ser tan imposible, que no dudo alguno de ellos sienta lástima al observar la coraza, esa protección de tu alma.

Pediré prestado un verso de Benedetti para decirte que “te quiero, pero no deseo luchar contra el destino. Disfrutaré de vez en cuando de tu recuerdo que seguirá alterándome.”

¿Y al final siempre quedará la duda ¿por qué no te gusta tu nombre?