domingo, 21 de septiembre de 2014

Entre sueños, venganza.

Ahí está de nuevo, ese misterioso ser vestido de negro, un saco, un sombrero de copa, guantes y una manta que le cubre toda la cabeza, hasta el pecho.  

Negro, todo negro.

Ya perdiste la cuenta de las veces que lo has visto, pareciera que todas las noches te visita, ni siquiera sabes si es hombre o mujer, ni qué quiere, pero cada noche se te presenta con el mismo aspecto, frente a ti. La mano derecha  se acerca a su boca levantando el dedo índice para hacer una señal de silencio y después la extiende invitándote, ¿a hacer qué?  ¿Ir a dónde?

Pero tú te resistes y el sentimiento de huir te invade, un impulso por correr en dirección contraria a ese extraño que sigue invitándote, llena todo tu pensamiento.

Sin embargo, tus piernas se paralizaron, tu cuerpo se congela, quieres gritar pero no tienes voz. Descubres tu incapacidad y como si la ausencia de voz hubiera dejado una herida abierta en tu garganta, percibes el dolor de un nudo que pareciera expandirse hasta reventar.

Entre tanto escuchas un sonido desconcertante que viene de la nada, un “tac”,  “tac” es como un... ¿metrónomo? Sí, lo reconoces. Un recuerdo fugaz a traviesa tu cabeza: clases de piano. Empieza a sonar Claro de Luna, la obra de Beethoven, nunca pudiste con esa pieza...
Impotencia, angustia, miedo, terror, horror. Otra vez, ¿por qué te encuentras con él otra vez? El extraño no para de hacerte una señal de invitación con la mano, el movimiento se ha vuelto mecánico.

Tus piernas siguen paralizadas y tus ojos agudizan la mirada para encontrar un rasgo humano en lo que tienes enfrente, fuera de una silueta común con un disfraz atroz, no encuentras nada, temes acercarte pero la curiosidad le está ganando al miedo, el frío empieza a llenar la habitación, hay una vibra diferente en el ambiente, se siente raro, se siente... muerto.

Das un paso al frente, tus piernas reaccionaron, él gira su cuerpo y se inclina dándote la espalda para recoger algo del piso. Ese movimiento te vuelve a congelar, sigues mudo, no puedes preguntar, no puedes decir, alegar, ni defenderte, ni siquiera puedes girar la cabeza para ver lo que cuelga de sus manos, los guantes de tu antagonista están manchados de un líquido espeso, la falta de luz te impide distinguir el color, es algo entre marrón y rojo, es brillante.

Hay dos objetos parecidos a un balón que cuelgan de sus manos, él las sostiene de una especie de hilos; conforme se acerca a ti vuelves a sentir el inmediato impulso de salir, de correr, de huir sin freno. Pero tus piernas no responden para ir hacia atrás, sólo te puedes mover hacia él.  Conforme va avanzando hacia ti, los balones comienzan a tener forma y distingues rasgos faciales. ¡Son dos cabezas! ¡Cabezas humanas! 

Tus rodillas están temblando, tus manos también, tus ojos se llenan de unas lágrimas nerviosas que desbordan y corren por tu mejilla, sientes un líquido caliente que recorre tu cara, es como agua hirviendo, debes estar helado.

Parpadeas y aclaras tu visión; los distingues, son las personas que más odias en este mundo ahora están colgando de las manos de un desconocido y macabro ser, bueno, sus cabezas, no hay rastro de su cuerpo en el limitado perímetro que ves iluminado, sus cuellos gotean ese líquido espeso que ahora ya sabes qué es.

Recuerdas todo lo que has deseado que les pasara, desde un cambio de colegio, una mudanza hasta un camión atropellando sus cuerpos. Pero ¿esto? Nadie merece esto por ser los victimarios de un alumno defectuoso, de ti, de tus libretas desaparecidas, de quedarte sin comer, sin dinero, de escuchar burlas, de ser el tema de creativas canciones y tener un sinfín de apodos, de ser el saco de boxeo de dos verdugos que sentencian la vida escolar de cada compañero...

Y ahora tienes frente a ti sus cabezas goteando, volteas a ver al extraño que las sostiene, le buscas el rostro, quieres preguntar pero no puedes, tus rodillas siguen temblando y caes hincado, frente a los rostros goteantes, te inclinas y cubres tu cara con tus manos y tu torso cae rendido al piso, sólo puedes llorar.

 “Tac” “tac” “tac” el metrónomo sigue sonando y Beethoven sigue tocando.

dbc



No hay comentarios:

Publicar un comentario