Ahí está de nuevo, ese misterioso ser vestido de negro, un saco, un
sombrero de copa, guantes y una manta que le cubre toda la cabeza, hasta el
pecho.
Negro, todo negro.
Ya perdiste la cuenta de las veces que lo has visto, pareciera que
todas las noches te visita, ni siquiera sabes si es hombre o mujer, ni qué quiere,
pero cada noche se te presenta con el mismo aspecto, frente a ti. La mano
derecha se acerca a su boca levantando el dedo índice para hacer una señal de silencio y después la extiende
invitándote, ¿a hacer
qué? ¿Ir a dónde?
Pero tú te resistes y el sentimiento de huir te invade, un impulso
por correr en dirección contraria a ese extraño que sigue invitándote, llena todo tu pensamiento.
Sin embargo, tus piernas se paralizaron, tu cuerpo se congela, quieres gritar
pero no tienes voz. Descubres tu incapacidad y como si la ausencia de voz
hubiera dejado una herida abierta en tu garganta, percibes el dolor de un nudo
que pareciera expandirse hasta reventar.
Entre tanto escuchas un sonido desconcertante que viene de la nada,
un “tac”, “tac” es como un... ¿metrónomo? Sí, lo reconoces. Un recuerdo fugaz a traviesa tu cabeza:
clases de piano. Empieza a sonar Claro de Luna, la obra de Beethoven, nunca
pudiste con esa pieza...
Impotencia, angustia, miedo, terror, horror. Otra vez, ¿por qué te encuentras con él otra vez? El extraño no para de hacerte una señal de invitación con la mano, el movimiento se ha vuelto mecánico.
Tus piernas siguen paralizadas y tus ojos agudizan la mirada para
encontrar un rasgo humano en lo que tienes enfrente, fuera de una silueta común
con un disfraz atroz, no encuentras nada, temes acercarte pero la curiosidad le
está ganando al miedo, el frío empieza a llenar la habitación, hay una vibra
diferente en el ambiente, se siente raro, se siente... muerto.
Hay dos objetos parecidos a un balón que cuelgan de sus manos, él las sostiene de una especie de hilos; conforme se acerca a ti vuelves
a sentir el inmediato impulso de salir, de correr, de huir sin freno. Pero tus
piernas no responden para ir hacia atrás, sólo te puedes mover hacia él. Conforme va avanzando hacia ti, los balones
comienzan a tener forma y distingues rasgos faciales. ¡Son dos cabezas! ¡Cabezas humanas!
Parpadeas y aclaras tu visión; los distingues, son las personas que
más odias en este mundo ahora están colgando de las manos de un desconocido y
macabro ser, bueno, sus cabezas, no hay rastro de su cuerpo en el limitado
perímetro que ves iluminado, sus cuellos gotean ese líquido espeso que ahora ya
sabes qué es.
Recuerdas todo lo que has deseado que les pasara, desde un cambio de
colegio, una mudanza hasta un camión atropellando sus cuerpos. Pero ¿esto? Nadie merece esto por ser los
victimarios de un alumno defectuoso, de ti, de tus libretas desaparecidas, de
quedarte sin comer, sin dinero, de escuchar burlas, de ser el tema de creativas
canciones y tener un sinfín de apodos, de ser el saco de boxeo de dos verdugos
que sentencian la vida escolar de cada compañero...
Y ahora tienes frente a ti sus cabezas goteando, volteas a ver al
extraño que las sostiene, le buscas el rostro,
quieres preguntar pero no puedes, tus rodillas siguen temblando y caes hincado,
frente a los rostros goteantes, te inclinas y cubres tu cara con tus manos y tu
torso cae rendido al piso, sólo puedes llorar.
“Tac” “tac” “tac” el metrónomo sigue sonando y Beethoven sigue tocando.
dbc
“Tac” “tac” “tac” el metrónomo sigue sonando y Beethoven sigue tocando.
dbc
No hay comentarios:
Publicar un comentario